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Avui dimecres 12 de novembre a la edició impresa de la vanguardia ha sortit un article de l’Eloy Fernandez Porta que es titula “El infatilismo transgresor por bandera creativa” on parla entre d’altres d’Els Amics de les Arts. Us deixem el link i un fragment del text extret de la notícia:

 

“Ser niño en Cataluña es la gloria: gran tradición de literatura infantil, dibujos animados de los buenos, ferias y cucalòcums, didáctica salerosa: un país de monitoras, animadores y mimos. La utopía pedagógica de Rodari, realizada. ¿Y luego? Ser adolescente en Cataluña es para pegarse un tiro: en catalán no hay fanzines, apenas hay underground, la Ordenanza de Civismo mató a la estrella del punk; del porno mejor no hablamos. En la cultura catalanoparlante un teenager no hallará casi ninguno de los antimodelos de comportamiento malomalosos que corresponden a su turbulenta edad: no hay cantantes que destrocen habitaciones del Ritz, no hay ninfómanas subversivas, no hay ídolos efímeros muertos por sobredosis -y no, el que están pensando no cuenta. Todo lo cual nos obliga a corregir nuestro primer postulado: ser chinorris por estos lares es genial para quien aspire a ser biopolíticamente programado como esplai girl o como un Bon Jan sensato y sanote, con un sentido del decoro exacerbado, que se dejaría arrancar la piel a tiras antes que miccionar en la vía pública.

Sonidos post-infantiles. La cultura adolescente, pues, como eslabón perdido en la formación estética. Este déficit se pone de manifiesto en distintas expresiones creativas donde el mundo infantil aparece como un referente rector a la vez que como un elemento problemático, como si el artista se hubiera asignado la misión de representar, por metáfora, el paso de la infancia a la adolescencia. Piénsese, por ejemplo, en ese “factor niño” que recorre un extenso sector de la música avanzada, desde los instrumentos de juguete de Comelade hasta la “música de vanguardería” de Don Simón y Telefunken, pasando por las nanas de Albert Pla, algunas letras de Antònia Font o el show de Els Amics de les Arts. Más allá de sus evidentes diferencias, todas estas propuestas coinciden en reelaborar el imaginario y la sonoridad infantiles desde una práctica más o menos experimental. Todas se encuentran, en fin, en la encrucijada entre una cultura popular producida por medios técnicos (pop) y una cultura “artesanal y de la tierra” (folk). No hay pop adulto sin folk niño.”

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